martes, 8 de febrero de 2011

Segunda invasión inglesa (1806). "Ahijuna ya se nos vienen!"


Ves aquel bulto lejano 
que se pierde atrás del monte? 
Es la carroza del miedo
Con el Virrey Sobre Monte 

La invasión de los ingleses
Le dio un susto tan cabal 
Que buscó guarida lejos
Para él y el capital.

Copla popular del siglo XIX











En la noche del 24 de junio, según relata E. de Oliveira Cezar en Las Invasiones Inglesas, escrito en 1891, el virrey Sobre Monte se encontraba con su familia en el palco oficial de La Comedia, viendo "El sí de las niñas". Se presentó de pronto un ayudante de campo dándole la noticia de que una escuadra con bandera inglesa había penetrado hasta la rada exterior de la ciudad. "Los concurrentes a la fiesta se apercibieron al instante de aquella alarma que Sobre Monte no trató de disimular, dirigiéndose al Fuerte sorprendido y temeroso, sin atinar a disponer nada de lo que hubiera sido conducente para defender la ciudad. Mandó acuartelar las tropas y ordenó al Alférez Manuel Sánchez que, con doce hombres, se trasladase a Quilmes, donde ya se encontraba un sargento con cinco hombres de guardia".



Entre todos los caudillos de actuación destacada contra los ingleses, Héctor José Iñigo Carrera describe la actuación de un oficial de Blandengues llamado José de Artigas, quien llegó a Liniers como correo especial desde Montevideo y le solicitó quedarse para pelear en Buenos Aires. Asistió después al sitio de Montevideo, dieciocho días de bombardeos, al frente de sus blandengues.

La preparación británica.

Dejemos por un momento el año 1806 y retrocedamos unos meses para asistir a la preparación de los ingleses para su invasión.


En julio de 1805, Popham logró persuadir al Primer Ministro William Pitt y al First Sea Lord (lord Melville) sobre la conveniencia de enviar una expedición a retomar la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza (perteneciente a Holande desde 1802), pequeño y lejano puesto de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Aceptada la idea, el comando naval le fue otorgado al entonces Capitán de Navío Popham con una fuerza naval de cinco navíos (Los navíos eran la clase de buques de guerra más poderosos de la época de la vela; montaban generalmente más de 60 cañones. Debajo de ellos, en orden naval aunque no excluyente, estaban las fragatas y las corbetas.) y algunos buques menores: 2 fragatas, 1 corbeta y 1 bergantín, con 61 transportes, estando la tropa bajo al comando del Mayor General sir David Baird. Ambos, más los posteriores actores Beresford y Auchmuty, habían sido camaradas en la campaña del Mar Rojo en 1801.


La expedición debió partir de Cork (sur de Irlanda) el 1º de septiembre. Hizo escala en Madeira y en la navegación a San Salvador (Brasil), el 3 de noviembre se perdieron los transportes King George y Britannia, pereciendo en el primero el General Yorke, comandante de la artillería. En San Salvador permanecieron del 10 de noviembre al 28 de diciembre, llegaron al Cabo el 6 de enero de 1806, y tomaron la colonia sin mayor oposición.


Al zarpar de Madeira, Popham se había nombrado a sí mismo Comodoro. Las ordenes que traía eran en principio no incursionar contra el Río de la Plata, pero las cosas podían cambiar si España se unía a Francia. Roberts, por su parte (Ref.03 pág.71) afirma que al zarpar de Ingla-terra Popham ya estaba resuelto a intentar esa aventura cuando la situación en Europa fuera favorable. Llevaba con él copia del memo firmado en 1804, para documentar ante Baird un eventual pedido de tropas. Esta explicación es la que resulta más creíble.


Al arribar la expedición a Salvador, se supuso en Buenos Aires con la correspondiente alarma
que el destino podía ser el Río de la Plata, pero cuando en enero de 1806 el bergantín español Espíritu Santo trae la noticia de que la fuerza británica no venía al Plata, se vuelve a la normalidad, se abandonan las medidas de prevención adoptadas, no se realizaron más ejercitaciones ni se comprobó si el sistema de defensa era eficiente o no. Se licenciaron las milicias.


Capturada la Colonia, en marzo de 1806 llega al Cabo un buque negrero procedente de Buenos Aires cuyo capitán le informa a Popham que en Buenos Aires y en Montevideo había grandes riquezas y abundantes provisiones, y que se podían tomar con pocos hombres, pues la pobla- ción se levantaría y se declararía independiente con la protección inglesa.


Sir Home Popham era de carácter inquieto, ávido de gloria y de riqueza. Después de la con- quista del Cabo y pasado el peligro de fuerzas navales francesas, se dedicó a convencer a su superior sobre la conveniencia de aquella expedición al Plata, y que le diera tropas. Le concedió una compañía de su Regimiento, el 71º, para reforzar la Infantería de Marina embarcada, a la que Popham le agregaría su marinería en un número aproximado a los 500 hombres.


Decidida la expedición a nuestro río, el 3 de abril de 1806 Popham le ordena al Capitán Honeyman de la fragata Leda se destaque hacia el objetivo en tareas de inteligencia, políticas e hidrográficas. Debía operar entre los cabos de Santa María y San Antonio, en particular los puertos de Maldonado, Monte Video y Buenos Ayres (en el original).


La expedición debía zarpar el 10 de abril, pero se demoró por falta de viento. Entretanto Popham acudió nuevamente a su superior Baird con una nueva información aportada por dos marineros que habían vivido en Buenos Aires y le confirmaron la facilidad de tomar esta ciudad. Baird le concede entonces mayor cantidad de tropas, y el 12 abril embarcó el 71º en los transportes con una fuerza de 32 oficiales y 857 hombres de tropa, junto con 60 esposas de soldados y 40 niños (En las campañas largas era normal permitir el acompañamiento a las tropas de sus mujeres y niños. En este caso eran 60 mujeres y 40 niños).


Estado de la defensa en el Plata.

A todo esto, ¿estaba el Río de la Plata preparado para la eventualidad de un ataque? La respuesta es no, por una irresponsable falta de medios económicos y materiales. Parecía haberse borrado el recuerdo del ataque de 1762-63.

La defensa del Río de la Plata, en particular Buenos Aires, era una ficción, pese a los numerosos planes desarrollados desde tiempo atrás ante el conocimiento de posibles ataques. Responsable fue la Metrópoli, que no atendió los reclamos por medios humanos y materiales. De los cinco puntos “fortificados”: Buenos Aires, Ensenada, Maldonado, Colonia y Montevideo, sólo este último tenía cierta importancia. En Buenos Aires no se utilizó adecuadamente el armamento disponible, por el temor de entregar armas a los criollos.

Ya en 1790 el entonces Capitán de Fragata Santiago de Liniers había presentado un plan para la defensa del Río de la Plata, combinando cañoneras en gran cantidad, mejorando las fortificaciones de la costa y construyendo puestos de vigilancia.



A principios de 1805 el Virrey Sobremonte intentó poner al Río de la Plata en son de guerra, construyendo las famosas cañoneras y redistribuyendo las tropas. Se consideraría a Montevideo como la plaza más importante a defender, dejando poca tropa en Buenos Aires. Reforzar Ensenada y Colonia. 

El primer contacto español con la fuerza británica se produce el 13 de mayo de 1806, cuando desde la fortaleza de Santa Teresa, en la actual costa atlántica uruguaya, divisan un buque de guerra, el que resulta ser la fragata Leda. El 18 se acerca y el día 20 desembarca un oficial con cinco hombres, los que son capturados. Después de un intercambio de fuego de cañones con el fuerte, el buque manda un nuevo oficial con bandera de parlamento para exigir la devolución de los anteriores. Este oficial también es capturado, en clara violación a las leyes de la guerra. No habiendo conseguido su objetivo de recuperar a sus hombres, el buque inglés se alejó el día 25, sin duda a esperar al resto de la expedición en la boca del río.



Desembarco Británico.

"En la tarde del 25 de junio la sección militar del armamento estaba frente a Quilmes, una punta baja de tierra situada a doce millas de Buenos Aires, y en el curso de esa tarde se efectuó el desembarco de toda la fuerza efectiva con su munición para el servicio. Las fogatas encendidas en todas las alturas, y un inmenso concurso de jinetes viniendo de todos los rumbos al gran centro de la Reducción, pueblito a más de dos millas de nuestro frente, denotaban una alarma general y que el terreno alto era el elegido por el enemigo para la lucha que se aproximaba. (...) Nuestro ejército efectivo, destinado a conquistar una ciudad de más de cuarenta mil habitantes, con un inmenso cuerpo para disputarnos la entrada en ella, se componía solamente de setenta oficiales de toda graduación, setenta y dos sargentos, veintisiete tambores y mil cuatrocientos sesenta y seis soldados; haciendo un total general de mil seiscientos treinta y cinco". (Gillespie*) (Este cronista, Destéfani, Beverina y Roberts dan cifras con diferencias de muy pocos hombres).



Según el relato del alférez de milicias de infantería José Fernández de Castro "alrededor del mediodía Sobre Monte, por medio de un catalejo, observaba desde la azotea de sus habitacio-nes en el Fuerte el avance de las tropas inglesas. Después de haber preguntado cuántos cañonazos se habían tirado aseguró a todos los concurrentes, en voz clara e inte- ligible, que no había que tener cuidado, que los ingleses saldrían bien escarmentados: que él estaba sumamente complacido y que su corazón rebosaba de contento al ver el esmero, vigor y puntualidad con que todo el vecindario había tomado las armas para la defensa de la Patria. Dos horas des pués, es decir a las tres de la tarde más o menos, se vio que Sobre Monte no trataba de más nada, que de ponerse a salvo su familia e intereses, con escándalo de todo un público que se hallaba presente no atinando a dar disposición alguna sobre lo que más interesaba al bien del Estado".

Por la tarde, antes de dirigirse a Barracas con la caballería que le servía de escolta, Sobre Monte delegó el mando de la plaza en el coronel José Pérez Brito, advirtiéndole que si las cosas marchaban mal se internaría en la campaña y que Pérez Brito, por su parte, debía encerrarse en el Fuerte con las fuerzas de que dispusiera y defenderlo hasta lo último "sin preocuparse de nada", y "sin reparar en los perjuicios que pudiese ocasionar a la ciudad y sus edificios".

Recién a las nueve de la mañana del día 27 apareció a caballo el Brigadier De la Quintana impartiendo la orden de retirada hacia el Fuerte. Varios oficiales le respondieron que "cómo se entendía retirarse al Fuerte, sin haber disparado un tiro, sin ver la cara del enemigo y, lo que es más, sin poder dar razón de qué color era su uniforme". Quintana ordenó que ninguno levantase la voz, so pena de muerte, y que se retirasen al Fuerte por orden del Virrey. Y dice Fernández de Castro "que en ese momento todos disgustados, tomaron la calle del Alto dirigiéndose a la Real Fortaleza, confusos y llenos de vergüenza, sin osar levantar la vista y muchos llorando de pena...".

Escribió Mariano Moreno sobre estos hechos: "Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806 vi entrar mil quinientos sesenta ingleses que, apoderados de mi Patria, se alojaron en el Fuerte y demás cuarteles de la ciudad".

La resistencia encontrada por los ingleses en el desembarco fue insignificante; las tropas avanzaron hasta el Riachuelo donde, sigue Gillespie, "nuestras pérdidas fueron insignificantes por la puntería alta de los cañones españoles pero Mr. Hallyday, que era médico ayudante, fue bárbaramente asesinado.

"Después de un alto de dos horas para reponerse y para mantener vivo el pánico producido, se continuó la persecución (de las tropas locales); sus partidas dispersas se retiraron sobre el Riachuelo, donde había un puente de madera al que pegaron fuego y después reunieron sus fuerzas en la margen opuesta. (...) Antes de aclarar estábamos formados y cuando fue de día nos pusimos en movimiento, precedidos por un fuerte destacamento de artillería sobre el que el enemigo comenzó un nutrido fuego desde sus refugios en zanjas, cercos y casas a unas cien yardas del Riachuelo; pero después de luchar una hora, sus tropas desaparecieron. (...) Se despachó una intimación a la ciudad a mediodía del 27 de junio que fue aceptada verbalmente, para ratificarse enseguida, y para honor eterno del nombre británico fue cumplida en una extensión mucho mayor de sus condiciones primitivas o de las más atrevidas expectativas de nuestros enemigos." (Gillespie)

Para decirlo con palabras de un historiador argentino, Busaniche, "la ciudad prestó oficial acatamiento al monarca inglés ya que Beresford, en su primera proclama, exigió al pueblo juramento de fidelidad al Rey Jorge III".

Las porteñas, según anotó Gillespie, parecían encantadas con el cambio de mando: "Los balcones de las casas estaban alineados con el bello sexo, que daba la bienvenida con sonrisas y no parecía de ninguna manera disgustado con el cambio.

El 5 de julio de 1806, Popham manda dos cartas al Cabo. Una al “Comandante en Jefe o al Oficial más Antiguo de los Buques y Embarcaciones de Su Majestad en el Cabo de Buena Esperanza” a quien le remite copia de la carta enviada al Almirantazgo sobre la expedición al Río de la Plata. Si bien se manifiesta “encontrarse en un estado de perfecta tranquilidad y a pesar de encontrarse en completa posesión de Buenos Ayres”, le dice que para realizar ulteriores operaciones ofensivas, en particular contra Monte Video, es necesario contar con refuerzos navales, por lo menos una fragata y dos buques armados. La otra carta, al “Capitán o Comandante de buque de Su Majestad subordinado a sir Home Popham” en que le pide no pierda tiempo en despachar a todas las fuerzas navales en el Cabo, excepto las que Baird o él estimen necesario retener ahí. Deben enviarse embarcaciones menores, de poco calado.

Esa tranquilidad de Popham no era compartida por Beresford, quien se sentía solo, rodeado por la inmensidad de un país que se manifestaba hostil. Quien además no tardó en comprender que nunca tendrían el apoyo de los criollos, entre otras cosas, por el temor de volver al dominio español.

De cualquier manera, estaba condenado. El viaje de las noticias a Inglaterra demoraba dos meses en cada sentido; al Cabo, uno y medio. Su dominio sobre Buenos Aires duró solamente un mes y medio.

Conocida la caída de Buenos Aires, en Montevideo se adoptaron medidas de defensa y de ataque. El día 11 de julio de 1806 se reunió un Consejo de Guerra para preparar los planes. Tomada conciencia a su vez por los españoles de la debilidad de las fuerzas británicas, comienza el alistamiento para la reconquista de la capital. Se reúnen tropas en Montevideo, adonde Liniers llega a mediados de julio, se hace cargo de las mismas, y comienza su movimiento hacia Colonia.

El 27 de julio se produce la primera gran salida de los buques de Montevideo hacia Colonia, los que pudieron eludir el bloqueo navegando por el canal norte, siendo perseguidos sin consecuencias. Los británicos mantenían una estrecha vigilancia de este último, por sus sospechas que pudiera ser utilizado como puerto de pasaje de fuerzas hacia Buenos Aires. El 29 las cañoneras salen de Colonia y atacan a un bergantín enemigo.


Ya a mediados de julio comenzó a sentirse en Buenos Aires que un complot se estaba gestando: centinelas atacados por jinetes desconocidos, sacerdotes que instaban a tomar las armas contra el invasor, etc. Finalmente se supo que un gran polvorín, en el Regimiento de Flores, no había sido entregado a los ingleses. El 2 de agosto Beresford logró desarticular al grupo de Juan Martín de Pueyrredón, que organizó una escaramuza en la Chacra de Perdriel. Liniers, entretanto, concentró todas sus fuerzas en Colonia y logró desembarcar en el Tigre el 6 de agosto, avanzando hasta los Corrales de Miserere. Al día siguiente se le unió Pueyrredón, y luego Alzaga. Recuperaron el arsenal el 11 de agosto, y en la plaza -con la ayuda espontánea de pobladores- el número se impuso a la disciplina militar.

El 12 de agosto de 1806 el Regimiento 71 desfiló, rendido, entre soldados criollos y españoles. Ciento sesenta y cinco muertos fue el saldo de la batalla final.


Mapa en posesión de los Ingleses. Era hecho por Madrid para su
aliada Francia.
Fuentes:

-Jorge Lanata. Argentinos. 2002
-Boletín Centro Naval Argentino.
-Invasión, reconquista y defensa de Buenos Aires. Adolfo Miranda. 2005

* Alejandro Gillespie: oficial de las tropas invasoras, escribió el testimonio directo más interesante de aquellos días: Buenos Aires y el Interior, observaciones reunidas durante una larga residencia, 1806 y 1807. La estancia de Gillespie, en verdad, fue involuntariamente larga: lo tomaron prisionero y fue confinado a San Antonio de Areco, Salto, Rojas y posteriormente a Calamuchita (Córdoba). Publicó en 1818, en Inglaterra su Buenos Aires... Su libro fue traducido al español en 1921.


Por el mismo tema vea:


Primera invasión inglesa.


Tercera invasión inglesa.


Curiosidades en torno a las invasiones.

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