Montevideo colonial. Cuadro en el Museo histórico de Ciudad Vieja. |
Así había terminado el episodio anterior: Merecen un comentario las condiciones que ofrece Beresford para la capitulación, expresadas con la característica soberbia inglesa, que parecen los términos de un vencedor que se retira, cuando comienza diciendo:
“No teniendo el general británico más objeto ya por qué permanecer en Buenos Aires, y con el fin de evitar una efusión no necesaria de sangre, como asimismo la destrucción de las propiedades de los habitantes de esta ciudad, conviene en entregar el Fuerte de Buenos Aires al Comandante de su Majestad Católica, bajo las condiciones siguientes: 1º que marcharán las tropas inglesas con todos los honores de la guerra y se considerarán como prisioneros de guerra, pero para ser embarcados en transportes ingleses, ahora en el Río, lo más pronto posible, para ser convoyados a Inglaterra o a los puntos de donde vinieron; 2º [...]” Los otros puntos no merecen mayores comentarios.
En Buenos Aires se discutía sobre la capitulación concedida a los ingleses; si los prisioneros serían evacuados o canjeados por los españoles prisioneros de palabra después de la reconquista. Finalmente, los ingleses fueron enviados al interior por Liniers.
También despertó gruesas polémicas y discusiones entre Montevideo y Buenos Aires el reparto de la gloria, la cual podía dividirse -no sabían aún quedaba mucha por lograr-. El Rey de España le concede a Montevideo el título de "Muy Fiel y Reconquistadora" y que se agregue a su escudo el título y las banderas de los ingleses derrotados. Liniers informó al Virrey todo lo acontecido el mismo día de la reconquista.
“No teniendo el general británico más objeto ya por qué permanecer en Buenos Aires, y con el fin de evitar una efusión no necesaria de sangre, como asimismo la destrucción de las propiedades de los habitantes de esta ciudad, conviene en entregar el Fuerte de Buenos Aires al Comandante de su Majestad Católica, bajo las condiciones siguientes: 1º que marcharán las tropas inglesas con todos los honores de la guerra y se considerarán como prisioneros de guerra, pero para ser embarcados en transportes ingleses, ahora en el Río, lo más pronto posible, para ser convoyados a Inglaterra o a los puntos de donde vinieron; 2º [...]” Los otros puntos no merecen mayores comentarios.
En Buenos Aires se discutía sobre la capitulación concedida a los ingleses; si los prisioneros serían evacuados o canjeados por los españoles prisioneros de palabra después de la reconquista. Finalmente, los ingleses fueron enviados al interior por Liniers.
También despertó gruesas polémicas y discusiones entre Montevideo y Buenos Aires el reparto de la gloria, la cual podía dividirse -no sabían aún quedaba mucha por lograr-. El Rey de España le concede a Montevideo el título de "Muy Fiel y Reconquistadora" y que se agregue a su escudo el título y las banderas de los ingleses derrotados. Liniers informó al Virrey todo lo acontecido el mismo día de la reconquista.
Se conforman las Fuerzas Inglesas.
Vamos a obviar la toma de Maldonado, donde los Ingleses no encuentran resistencia de ningún tipo. Concentrémonos en los hechos mas importantes de la campaña y no en todas las escaramuzas y guerrillas que se dan en dicho período.
venientes de la ciudad del Cabo, que llegaron tarde para mantener ocupada Buenos Aires, pero no para un nuevo intento de invasión de la misma.
El Gobierno inglés había cambiado de autoridades, a William Pitt lo sucedió Lord Grenville, más pacifista. Popham y Beresford habían sido declarados Ciudadanos Honorarios de Londres obsequiándoles unas espadas suntuosas. También se envió un refuerzo de 2.000 hombres al mando del General Samuel Auchmuty, y otra expedición al mando del General Robert Crawfurt, para conquistar a Chile.
Entre el 10 y 12 de octubre de 1806, llegó al Puerto de Montevideo la expedición remitida por el General Bair en el navío Lancaster, dos bergantines cañoneros de catorce cañones cada uno, una balandra y cinco transportes, consistiendo la tropa en 1.799 infantes, 373 hombres de caballería y 6 artilleros, junto a 60 esposas de soldados. Con este contingente, Popham se sintió con fuerzas suficientes para intentar un golpe
sobre Montevideo precedido de un bombardeo para abrir una brecha en la muralla, que tenía 16 puntos fortificados sobre la zona este, con veinte cañones y cuatro morteros.
En total, la fortificación de Montevideo constaba con más de 150 piezas de artillería, con calibres que iban de “a 24” a menores.
En vista de una nueva amenaza de otro ataque inglés, el Gobernador Brigadier de Marina Pascual Ruiz Huidobro, había resuelto formar una defensa naval para preservar la entrada del Puerto, la cual consistía en cinco buques acoderados y artillados con piezas de “a 18” y de “a 24”, que se situarían convenientemente para impedir toda entrada al Puerto.
Estaban protegidos por la batería de la Isla de las Ratas y la del Fuerte de San Francisco. Otra línea de doce cañoneras, más avanzada hacia el mar, se replegaría en caso de mayor poderío enemigo, pasando entre los claros dejados por las cinco embarcaciones artilladas y acoderadas hacia la ciudad para defenderla.
La fuerza atacante estaba integrada por 72 a 75 buques, de ellos 40 a 44 de combate, transportes y auxiliares, y 25 a 30 mercantes. El desembarco se lleva a cabo el 16 de enero en Punta Carretas, unos 10 kilómetros al este de Montevideo, apoyado por un intenso fuego naval. aunque la fortaleza recién pudo ser tomada el siguiente 3 de febrero.
La fuerza española iba al mando del Brigadier de Ingenieros Bernardo Lecocq y, como segundo, el Mayor de la Plaza de Montevideo Teniente Coronel Francisco de Viana y Alzaibar. La tropa totalizaba 2.362 hombres, compuestos por 270 del buque Fijo, 260 Dragones de Buenos Aires, 650 Voluntarios de Infantería, 422 de Artillería, 300 de Húsares de Mordeille, 200 Milicianos, 60 Cazadores y dos compañías de soldados de marinería que totalizaban 200 hombres.
A las dos de la madrugada del 3 de febrero, iniciaron el asalto final a la ciudad de Montevideo los invasores ingleses. Encabezaban la columna las tropas bien escogidas de las Compañías de Granaderos. El Teniente Everart, del Regimiento 2, aunque agregado al Regimiento 38, reclamó por ser el segundo más antiguo el honor de encabezar el asalto al frente de la Compañía del Regimiento de Cazadores 38. Los invasores se impusieron por su mayor número a los defensores, sufriendo grandes bajas ambas partes. Siendo las 4:30 horas, solo resistía la ciudadela donde permanecía el anciano Mariscal Tejada y el Coronel Francisco de Viana, Sargento Mayor de la Plaza. Ruiz Huidobro, viendo todo perdido, ordenó la rendición. Inmediatamente, los ingleses iniciaron un salvaje saqueo de la ciudad de Montevideo.
Contra esto, la fuerza naval que podía defender a Buenos Aires estaba compuesta por una fragata y un
bergantín mercantes, con poco armamento y menos personal, tres sumacas, una goleta y 7 u 8 embarcaciones menores. Una sola fragata inglesa o dos de sus bergantines eran suficientes para destruir a toda la escuadrilla porteña.
Whitelocke tenía tres alternativas para el ataque a Buenos Aires: (a) sitiarla por tierra, bloquearla por agua y rendirla por hambre, (b) someterla a un demoledor bombardeo naval y terrestre, o (c) tomarla por asalto. Nuevamente, la urgencia por la meteorología lo decidió por la última, y se abstuvo de utilizar masivamente la artillería terrestre para no tomar una ciudad semidestruida. La primera alternativa le hubiera significado el éxito. Además, distribuyó sus fuerzas a lo largo de esas calles rectas que él mismo, al contemplarlas en Montevideo, las consideró como una ratonera mortal. Su apreciación probó ser correcta.
El ataque comenzó el 3 de julio, y la Defensa culminó el día 5 de julio de 1807, con la derrota inglesa y la capitulación el día 7 de Whitelocke y Murray ante Liniers.
En este caso, el apoyo de la flota fue menos importante que en Montevideo; la hidrografía, el lugar de desembarco era mucho más alejado que el de Beresford, obligando a las tropas a tres días de marcha, lo que dio más tiempo de reacción a los defensores. Hubo problemas con los abastecimientos, debidos a la falta de planes por Whitelocke y a que la ruta de avance estaba relativamente alejada de la costa. Murray llevó sus buques menores frente a la ciudad, pero el ataque fue desarrollado desde una dirección tierra adentro, fuera de la visual desde el río. La fuerza naval estuvo concentrada en el lugar adecuado, realizando enormes esfuerzos por saber qué estaba sucediendo en tierra, si debían mandar refuerzos o abastecimientos, esfuerzos que fueron superados por los acontecimientos. Aun el bombardeo a los cuarteles de Liniers resultó más peligroso para los prisioneros ingleses que para aquél. El ataque a Buenos Aires resultó un fracaso; ¿pudo haberse retenido Colonia y Montevideo, y reintentar un ataque?, pero el precio ¿estaba más allá del alcance de las fuerzas británicas en ese momento? Nuevamente, para los fines de este trabajo, interesan los puntos 2 y 5 del Tratado del 7 de Julio.
El 9 de septiembre, dos días después del plazo estipulado abandonó Montevideo el último contingente de 5.787 soldados ingleses. Como se estimaba en doscientos el número de prisioneros que no habían sido devueltos aún desde el interior, a causa de la distancia o posibles deserciones, Whitelocke dejó algunas unidades. Cuando el convoy final abandonó el río el 14 de septiembre, quedaron los Nereide, Hermes, Cherwell y Olympia. Estas unidades realizaron algunas tropelías hasta que el Hermes y el Olympia partieron hacia el Cabo el 26 de diciembre. Finalmente, las dos restantes abandonaron el río el 26 de enero de 1808, terminando la invasión comenzada año y medio antes.
La fuerza española iba al mando del Brigadier de Ingenieros Bernardo Lecocq y, como segundo, el Mayor de la Plaza de Montevideo Teniente Coronel Francisco de Viana y Alzaibar. La tropa totalizaba 2.362 hombres, compuestos por 270 del buque Fijo, 260 Dragones de Buenos Aires, 650 Voluntarios de Infantería, 422 de Artillería, 300 de Húsares de Mordeille, 200 Milicianos, 60 Cazadores y dos compañías de soldados de marinería que totalizaban 200 hombres.
A las dos de la madrugada del 3 de febrero, iniciaron el asalto final a la ciudad de Montevideo los invasores ingleses. Encabezaban la columna las tropas bien escogidas de las Compañías de Granaderos. El Teniente Everart, del Regimiento 2, aunque agregado al Regimiento 38, reclamó por ser el segundo más antiguo el honor de encabezar el asalto al frente de la Compañía del Regimiento de Cazadores 38. Los invasores se impusieron por su mayor número a los defensores, sufriendo grandes bajas ambas partes. Siendo las 4:30 horas, solo resistía la ciudadela donde permanecía el anciano Mariscal Tejada y el Coronel Francisco de Viana, Sargento Mayor de la Plaza. Ruiz Huidobro, viendo todo perdido, ordenó la rendición. Inmediatamente, los ingleses iniciaron un salvaje saqueo de la ciudad de Montevideo.
El desembarco y ataque a Montevideo fue un modelo de operación conjunta. La cooperación del Almirante Stirling fue decidida, entusiasta y decisiva. La provisión de hombres, armas, abastecimientos, munición, pólvora, servicios médicos, garantizó el éxito del asalto.
Pero el Almirante pagó un elevado costo en personal y material. Durante el ataque contra la ciudad debió empeñar gran cantidad de marinería para desembarcar los apoyos a las tropas, particularmente la tracción de los caballos faltantes, y sufrió importantes bajas. No estuvo luego en condiciones de completar sus dotaciones ni tripular las embarcaciones españolas capturadas en el puerto. Sólo pudo controlar eficazmente el canal norte del río, pero no el sur.
El General Auchmuty ordenó la apertura del Puerto de Montevideo para los navíos mercantes que esperaban ansiosamente el permiso para desembarcar sus mercaderías y obtener grandes ganancias. Poco después se inició la edición de un periódico bilingüe, el “The Southern Star” (Estrella del Sur), donde comprobamos el
movimiento de barcos entrados en esos días al Puerto de Montevideo:
febrero 78 naves
marzo 27 naves
abril 18 naves
mayo 5 naves
junio 4 naves
El Puerto de Montevideo nunca había tenido un incremento tan grande de entrada de barcos como en esos meses.
Pero el Almirante pagó un elevado costo en personal y material. Durante el ataque contra la ciudad debió empeñar gran cantidad de marinería para desembarcar los apoyos a las tropas, particularmente la tracción de los caballos faltantes, y sufrió importantes bajas. No estuvo luego en condiciones de completar sus dotaciones ni tripular las embarcaciones españolas capturadas en el puerto. Sólo pudo controlar eficazmente el canal norte del río, pero no el sur.
Se vio forzado nuevamente a dejar sus buques mayores en la boca del río, y mandar goletas y balandras a incursionar aguas arriba, donde combatían contra sus similares porteñas. La captura de tres de sus mejores tenientes en estas operaciones de control fue un rudo golpe, debiendo en adelante confiar en jóvenes oficiales no totalmente experimentados. Su próxima preocupación fueron los abastecimientos generales; los que le llegaban desde Inglaterra eran apenas suficientes, el Virrey del Brasil los retaceaba, y los mercantes detenidos los cobraban a precios exagerados. Pero los efectos específicamente navales encontrados en el Arsenal de Montevideo sirvieron para mitigar los apuros del Almirante.
El General Auchmuty ordenó la apertura del Puerto de Montevideo para los navíos mercantes que esperaban ansiosamente el permiso para desembarcar sus mercaderías y obtener grandes ganancias. Poco después se inició la edición de un periódico bilingüe, el “The Southern Star” (Estrella del Sur), donde comprobamos el
movimiento de barcos entrados en esos días al Puerto de Montevideo:
febrero 78 naves
marzo 27 naves
abril 18 naves
mayo 5 naves
junio 4 naves
El Puerto de Montevideo nunca había tenido un incremento tan grande de entrada de barcos como en esos meses.
Mas Fuerzas Inglesas llegan al Río de la Plata (con desencuentros bastante graciosos) totalizando un aparato bélico sin precedentes y posiblemente nunca repetido: comprendía cerca de 12.000 hombres de tropa con abundante artillería. La fuerza naval constaba de 5 navíos, 5 fragatas y varias naves menores, con un total de más de 650 cañones. Todas arribaron al Río de la Plata sin ninguna oposición militar, solamente las habituales inclemencias del tiempo. Ya se podía planear el próximo paso inminente para la total victoria Británica: Buenos Aires.
Contra esto, la fuerza naval que podía defender a Buenos Aires estaba compuesta por una fragata y un
bergantín mercantes, con poco armamento y menos personal, tres sumacas, una goleta y 7 u 8 embarcaciones menores. Una sola fragata inglesa o dos de sus bergantines eran suficientes para destruir a toda la escuadrilla porteña.
Whitelocke tenía tres alternativas para el ataque a Buenos Aires: (a) sitiarla por tierra, bloquearla por agua y rendirla por hambre, (b) someterla a un demoledor bombardeo naval y terrestre, o (c) tomarla por asalto. Nuevamente, la urgencia por la meteorología lo decidió por la última, y se abstuvo de utilizar masivamente la artillería terrestre para no tomar una ciudad semidestruida. La primera alternativa le hubiera significado el éxito. Además, distribuyó sus fuerzas a lo largo de esas calles rectas que él mismo, al contemplarlas en Montevideo, las consideró como una ratonera mortal. Su apreciación probó ser correcta.
El ataque comenzó el 3 de julio, y la Defensa culminó el día 5 de julio de 1807, con la derrota inglesa y la capitulación el día 7 de Whitelocke y Murray ante Liniers.
En este caso, el apoyo de la flota fue menos importante que en Montevideo; la hidrografía, el lugar de desembarco era mucho más alejado que el de Beresford, obligando a las tropas a tres días de marcha, lo que dio más tiempo de reacción a los defensores. Hubo problemas con los abastecimientos, debidos a la falta de planes por Whitelocke y a que la ruta de avance estaba relativamente alejada de la costa. Murray llevó sus buques menores frente a la ciudad, pero el ataque fue desarrollado desde una dirección tierra adentro, fuera de la visual desde el río. La fuerza naval estuvo concentrada en el lugar adecuado, realizando enormes esfuerzos por saber qué estaba sucediendo en tierra, si debían mandar refuerzos o abastecimientos, esfuerzos que fueron superados por los acontecimientos. Aun el bombardeo a los cuarteles de Liniers resultó más peligroso para los prisioneros ingleses que para aquél. El ataque a Buenos Aires resultó un fracaso; ¿pudo haberse retenido Colonia y Montevideo, y reintentar un ataque?, pero el precio ¿estaba más allá del alcance de las fuerzas británicas en ese momento? Nuevamente, para los fines de este trabajo, interesan los puntos 2 y 5 del Tratado del 7 de Julio.
Por el 2: “las tropas de S.M. B. conservarán durante el tiempo de dos meses, contados desde el día de la fecha, la Fortaleza y Plaza de Montevideo [...]”; por el 5: se daba un plazo de diez días para evacuar la costa sur del Río (Ref. 08, pág. 531). El plazo de dos meses se justificaba por el tiempo necesario para que regresaran desde el interior los prisioneros de la Reconquista, a fin de embarcarlos. Fue levantado el bloqueo naval del Río, pero no cesó el patrullado británico.
Del 9 al 12 los soldados ingleses de Buenos Aires se reembarcaron por el Retiro, abandonando la ciudad. La corbeta Saracen zarpó el 10 de julio hacia Londres llevando el informe oficial del General Whitelocke. Entre otros, el 1º de agosto zarparon los regimientos de infantería 47 y 83 rumbo al Cabo; el siguiente 7 lo hicieron los regimientos 9 y 20 de dragones y 88 y 95 de infantería hacia Inglaterra.
Del 9 al 12 los soldados ingleses de Buenos Aires se reembarcaron por el Retiro, abandonando la ciudad. La corbeta Saracen zarpó el 10 de julio hacia Londres llevando el informe oficial del General Whitelocke. Entre otros, el 1º de agosto zarparon los regimientos de infantería 47 y 83 rumbo al Cabo; el siguiente 7 lo hicieron los regimientos 9 y 20 de dragones y 88 y 95 de infantería hacia Inglaterra.
El 9 de septiembre, dos días después del plazo estipulado abandonó Montevideo el último contingente de 5.787 soldados ingleses. Como se estimaba en doscientos el número de prisioneros que no habían sido devueltos aún desde el interior, a causa de la distancia o posibles deserciones, Whitelocke dejó algunas unidades. Cuando el convoy final abandonó el río el 14 de septiembre, quedaron los Nereide, Hermes, Cherwell y Olympia. Estas unidades realizaron algunas tropelías hasta que el Hermes y el Olympia partieron hacia el Cabo el 26 de diciembre. Finalmente, las dos restantes abandonaron el río el 26 de enero de 1808, terminando la invasión comenzada año y medio antes.
Rendición inglesa ante Liniers. |
Por el mismo tema vea :
Primera y verdadera invasión inglesa.
Segunda invasión inglesa.
Curiosidades en torno a las invasiones.
Fuente:
Primera y verdadera invasión inglesa.
Segunda invasión inglesa.
Curiosidades en torno a las invasiones.
Fuente:
Boletín Centro Naval Argentino.
Invasión, reconquista y defensa de Buenos Aires. 2003
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