Nación y Estado Oriental.
"El gran equívoco parte de la confusión entre Nación y Estado. Así lo subraya Bruschera en su crítica a la exposición de Gustavo Gallinal durante aquel debate parlamentario de 1923. El Estado, como persona jurídica organizada internamente y reconocida internacionalmente, puede decirse que nace efectivamente el 4 de octubre de 1828 cuando el canje de ratificaciones de la Convención Preliminar de Paz declara el reconocimiento de nuestros vecinos a nuestra independencia; ábrese allí el camino para instalar el primer gobierno patrio y la primera Asamblea Constituyente, que organizará soberanamente las instituciones del nuevo Estado republicano.
Para Aréchaga - como para Ariosto González- el 18 de Julio era el gran día cívico porque la Constitución era el punto en que no debía haber debates. La historia posterior, sin embargo, nos está diciendo que efectivamente los hubo y los sigue habiendo. Nadie niega el valor de la Jura, pero no se atribuye a la fecha superioridad sobre la otra en debate, en virtud de que se discute desde la óptica de “la independencia”.
Si nos ubicamos en la idea de que lo que queremos es celebrar la independencia del Estado, o sea la República Oriental del Uruguay tal cual la conocemos y hemos conocido desde 1830, con ese nombre y este territorio, entonces la fecha sería la del 18 de julio o bien la del 4 de octubre. Desgraciadamente esta última fecha ha sido asumida un tanto avergonzadamente, como si la mediación británica entre nuestros dos ambiciosos vecinos nos disminuyera, cuando lo que reconocieron era que la voluntad autonómica de los orientales de entonces había de ser respetada por todos, luego de tantos años de guerra y sacrificio. Estos razonamientos, sin embargo, nos siguen dejando encima de la polémica.
¿Cómo superarla? A nuestro juicio yendo más al fondo y adentrándonos en la idea de “nación” o de “nacionalidad oriental”, que preexistieron al Estado. Y allí reconciliamos nuestras mejores tradiciones, porque no hay duda que esa configuración nacional nos ubica en el período artiguista, el único en que todos coincidimos, en que poseemos un héroe común que nos convoca por igual a los uruguayos, sin distinción de partidos políticos o credos religiosos.
Formal y oficialmente hemos declarado a Artigas “fundador de la nacionalidad oriental”. Según Ardao el primer reconocimiento oficial está en la lápida puesta por el gobierno de Gabriel A.Pereira sobre la urna que trajo sus restos, en 1856. Todos los discursos que se pronunciaron entonces insistentemente hicieron esa referencia, o sea que no fue por casualidad que se estampó esa inscripción. La primer biografía del prócer, la de Isidoro de María, se titula “Vida del Brigadier General D. José Gervasio Artigas, fundador de la Nacionalidad Oriental”.
El mismo título le reconoce la ley de 17 de setiembre de 1884, bajo el gobierno de Santos, que declara día de duelo nacional el aniversario de su fallecimiento. A partir de entonces, ese título se le ha reconocido siempre a Artigas. Como dice Edmundo Narancio “La nacionalidad, pues, como hecho, es la resultante de un proceso preexistente que se consolida en 1811, junto con el Estado naciente, su expresión jurídica. Artigas, sí, fue el fundador del concepto de nacionalidad en el espíritu de sus compatriotas”.
Si esto es así ¿porqué no remitirnos, entonces, a esa “fundación”, que es la raíz originaria del proceso posterior? Aun cuando aceptemos que, como sostiene real de Azúa (impugnando la corriente historiográfica que arrancando en Bauzá llega hasta a Pivel) no había una ineluctable fuerza independentista, no hay duda que Artigas es reconocido como padre de ese proceso fundacional. Las cosas pudieron haber transcurrido de otro modo, pero el hecho es que llevaron a la independencia y su raíz, indudablemente, está en ese espíritu fundacional del artiguismo. Habiendo sido así desde siempre, y ratificado ello por casi dos siglos de existencia independiente ¿no es lo lógico afirmarnos en la matriz de lo que fue y no en las vacilaciones por aquello que no fue?
Si esto es así ¿porqué no remitirnos, entonces, a esa “fundación”, que es la raíz originaria del proceso posterior? Aun cuando aceptemos que, como sostiene real de Azúa (impugnando la corriente historiográfica que arrancando en Bauzá llega hasta a Pivel) no había una ineluctable fuerza independentista, no hay duda que Artigas es reconocido como padre de ese proceso fundacional. Las cosas pudieron haber transcurrido de otro modo, pero el hecho es que llevaron a la independencia y su raíz, indudablemente, está en ese espíritu fundacional del artiguismo. Habiendo sido así desde siempre, y ratificado ello por casi dos siglos de existencia independiente ¿no es lo lógico afirmarnos en la matriz de lo que fue y no en las vacilaciones por aquello que no fue?
Distinguir “nación” de Estado no es solamente una referencia doctrinaria, pues la propia Constitución, en su artículo 4° dice que “la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, a la que compete el derecho exclusivo de establecer sus leyes, del modo que más adelante se expresará”. O sea que la Nación está configurada por la asociación política de todos los “habitantes” de nuestra república, quienes organizan, en el código máximo, un sistema de instituciones republicanas y democráticas.
¿Cuándo los pueblos de “la banda” expresan esa vocación de autogobernarse? ¿En qué momento podemos decir que el pueblo oriental se siente dueño de un destino propio, capaz de decidir soberanamente y dispuesto a gobernarse conforme a sus principios? ¿Dónde encontramos el rastro de una “nacionalidad oriental” asumida ya como un destino, sea en la fórmula federalista o en la que fuere?
Podríamos hablar del 10 de octubre, cuando en la Quinta de la Paraguaya se nombra Jefe a Artigas, o del 23 de octubre al partir el imponente Éxodo, pero mucho más claramente cuando reunidos los representantes en el Congreso de Tres Cruces, el 5 abril de 1813, proclaman su voluntad independentista y sustentan que “están absueltas de toda obligación de fidelidad a la Corona España y familia de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España es y debe ser totalmente disuelta”. Definen entonces, en las célebres Instrucciones del día 13, el primer código institucional de la República.
Naturalmente la idea es la de constituir una federación con las demás provincias, pero sobre ciertas bases fundamentales profundamente democráticas y desde el ejercicio de una voluntad nacional propia. En su célebre discurso Artigas se dirige a los ciudadanos “en la segunda vez que hacéis el uso de vuestra soberanía” y afirma que su autoridad emana de los representantes de los pueblos libres y cesa ante su “presencia soberana”. La Banda Oriental dice luego, “es pueblo libre”, pero al no mediar las “seguridades del contrato” es necesario contribuir con diputados a dictar una Constitución y concurrir a la Asamblea General de las Provincias Unidas.
Pero inequívocamente no se trataba de una anexión incondicionada; no se trataba de la preservación por inercia del viejo vínculo que venía de los tiempos de España y nos ligaba a Buenos Aires como capital. Por el contrario, se trataba de un indudable acto de soberanía por el cual se condicionaba la adhesión a esa confederación, en tanto fueran satisfechas determinadas demandas unilateralmente formuladas por los orientales.
Por esa razón, las Instrucciones que emanan de ese Congreso tiene todas las características de un acto de ejercicio de la soberanía y de un estatuto constitucional de valor fundacional. Nuestro pueblo, que ya tiene jefe y esas asambleas, dice que para siempre se separó de España, que después de todo era la real independencia. A partir de esa afirmación, la provincia entra en una confederación pero “se dejará a esta Banda en la plena libertad que ha adquirido como Provincia compuesta de pueblos libres”.
Fuentes:
Constitución de la República.
Un debate necesario. 2005. Biblioteca Artigas.
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3 comentarios:
Luego de transcurrido doscientos años de los sucesos de 1811, tan aclamados como el origen del proceso que llevaría a nuestra Independencia (muchos años después), como dice este artículo, seguimos en el debate por establecer una fecha para la misma. Hoy no podemos negar la existencia de un Estado uruguayo y de una nacionalidad uruguaya, pero, ¿existía esta en la mente de aquellos "héroes" de 1811? ¿Estaba en los orientales el deseo de separarse de el resto de las Provincias? ¿A qué nación se sentían pertenecientes? ¿Conocían los alcances de la Democracia y del término República- elementos cruciales para la formación de un Estado con las características que se celebran? ¿Qué me dicen de la población de la Banda Oriental, que no sabía leer y escribir (en su mayoría) y que mucho menos podría haber comprendido los alcances "liberales" de las instrucciones del año 1813 y de sus beneficios (me pregunto si Artigas los conocía, ya que su formación era franciscana y para nada liberal? ¿Tan fuerte era el sentimiento "separatista" de un puñado de campesinos? ¿Qué dio a luz la nacionalidad oriental? ¿Fue solo por la inspiración de José Artigas? ¿Por qué no volvió del Paraguay luego de consolidado su proyecto nacional? ¿Sintió envidia de que no fue el quien lograra los objetivos o porque simplemente sintió que lo que se formó era un atentado contra la gran Nación rioplatense? Es cierto, hoy no podemos negar el amor que sentimos por Uruguay, pero el problema de establecer una fecha para su independencia es tan frustrante como el cuento que se nos ha vendido como "historia nacional", si tan solo fuéramos conscientes y valoráramos nuestra común nacionalidad con los vecinos creceríamos como región y como patria. S.N.F.P.
Tenés muchisima razón. y cada una de las preguntas que estas realizando son de una profundidad enorme, muy significativas. El debate está listo: y como dije en otra entrada es imposible debatir sin caer en política por el hecho de que los partidos políticos que aún subsisten son los mas viejos de America. Nuestro pasado sigue doliendo y creo que un debate sincero acerca de nuestra nación no nos vendría mal... y algún mea culpa de algun partido tampoco.
"cuando lo que reconocieron era que la voluntad autonómica de los orientales de entonces había de ser respetada por todos"
Daniel, presenta vos un solo documento donde diga que los Orientales (pensantes) querían ser Independientes (especialmente de Artigas, Lavalleja, Oribe y Rivera).
La Convención Preliminar de Paz se recuerda con vergüenza porque ha sido lo único que nuestra historia de ficción no ha logrado cambiar, al igual que la historiografía argentina. En dicha convención no se reconoció absolutamente nada, se impuso la Independencia de la Provincia Oriental contra la opinión de todos sus habitantes y principales actores.
Hablemos de una vez de la verdad, esta en boca de todos que lo que nos cuentan es mentira pero nunca damos el paso siguiente que es DESCUBRIR ESA VERDAD.
Los Orientales (pensantes), NUNCA, quisieron ser Independientes. ¡Era un delirio! En 1828 se nos impuso una Independencia, se nos impuso que fabricáramos una Constitución y chau, a otra cosa. ¿Tanto asco le tenemos a nuestros orígenes que no podemos aceptar que éramos argentinos?...
En fin, buenas noches.
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